martes, 1 de marzo de 2011

Mi regalo de San Valentín.

Siempre fui una niña de muñecas.

Aunque mi primera Barbie la conseguí con 22 añitos, gracias a las inundaciones del 89... bajo precio porque se había mojado la caja. Y tuve un Nenuco en mis manos, que pasó de largo cuando mis padres decidieron que era muy mayor (a mis 10 años) para una muñeca-bebé y se la regalaron por Navidad a mi prima Caro.

Así que me crié con unas 8 muñecas tradicionales, de plástico, con media melena o pelo largo... de color rojo, rubio o castaño, con caras de niña e incluso una Nancy que gané en un concurso de tv. Algunas lloraban cuando las tumbabas (o hacía una especie de ruidito que simulaba un llanto) y todas cerraban los ojos al "dormir".

De pequeña me encantaba jugar a las casitas, o a la maestra (por descontado, las alumnas eran mis muñecas)... organizaba alguna fiesta o cena de nochebuena... o las montaba sobre Zipi y Zape (los gatos cazadores de la casa) si se dejaban, claro.

Cuando fui a vivir con mis padres, la única muñeca que se mudó conmigo fue la Nancy. Mi madre era modista y me ayudó a diseñar y coser decenas de vestidos, faldas, blusas... y con mis ahorros, compré medias, braguitas, un armario para guardar su ropa, recogidos de pelo,... ufff... ya ni recuerdo... Hasta le compré "el novio" que se llamaba Lucas. Cuando volvía de vacaciones a casa de mis abuelos, las muñecas que se habían quedado (y con las que jugaban mis primas cuando iban de visita) estaban en un estado lamentable, por lo que durante años los primeros días eran para lavar las muñecas y sus vestidos, peinarlas y dejarlas en buen estado. Con el tiempo, esas muñecas fueron "desapareciendo" por más que las guardaba o dejaba colgadas en la pared de la habitación prohibida a los gatos de la casa de mi abuelos.

Recuerdo con especial nostalgia una de ellas, pelirroja, con una gran melena rizada y pequitas en sus mofletes. Sonrío al visualizar el momento en que mi abuelo me preguntó, en la droguería de la calle (en la que vendía de todo, aunque oficialmente fuera una droguería, mientras no fuera comestible) cuál quería para pedírsela a los Reyes. Y recuerdo mi ilusión al recibirla. Y recuerdo la congoja cuando volví un año y no la encontré...

Así que cuando tuve el momento y la oportunidad, me lancé a por una pequeña Barbie. Barbie que llevé a mi casa tras mi boda. Barbie que ocasionalmente peinaba y lavaba su único vestido. Barbie que murió a manos de mis leonas peleonas, al igual que Nancy y Lucas.

Por lo que pasado el tiempo, mis únicas muñecas fueron naturales... aunque no es lo mismo un bebé que una muñeca.

Así que podeis imaginaros la gran sorpresa cuando este año 2011 recibo mi regalo de San Valentín. Regalo que si esperaba, pero que jamás sospeché.

Es una Barbie edición coleccionista de los años 50.

Todavía sonrío embobada cada vez que la veo, en su lugar de honor, la vitrina del salón.

Si es que siempre fui una mujer de muñecas...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Oooh, qué dulce...

Te habría dado todas las muñecas a cambio de coches... pero yo continúo sin recibir mis coches :(

Lara dijo...

Bueno, a mí las Barbies siempre me ha parecido demasiado pijas, me quedo con las barriguitas, jajajaja..

Viviana dijo...

tan "mujer de muñecas" que la vida te ha premiado con dos...