lunes, 30 de agosto de 2010

Mi ahijada

La primera vez que vi a A. estaba en brazos de su madre.

N. era amiga desde hacía varios años e incluso había cuidado a su hija mayor fuera del horario escolar mientras trabajaba. Pero un buen día desapareció y durante 2 años no supe nada de ella, hasta aquel día de principios de verano en que llamó a la puerta y apareció con un bebé de 6 meses en sus brazos. Una niña seria, morena y no muy guapa, que además tenía algo aplastado su cráneo por las horas acostada que se tiraba al día, sin que nadie le hiciera mucho caso.

Nos contó que en esos 2 años se había trasladado a otra ciudad por trabajo, pero que no había salido bien, así que se volvía y nos pedía cuidar de su nueva hija mientras encontraba un lugar donde quedarse.

Accedimos.

Durante varios días durmieron en casa, en ese tiempo llegó también las pocas pertenencias de N y A. Algo de ropa, una cuna, un cochecito, sus biberones....

Enseguida nos encariñamos con A. Era un bebé muy serio, pero en cuanto empezamos a hacerle caso, su carácter cambió por arte de magia. Empezó a sonreír, a echarte sus bracitos al reconocerte. Estaba sana, sin problemas especiales y después de la muerte de mi padre, fue ese aire de alegría que necesitábamos.

Pasada una semana N. nos informó que estaría unos días fuera buscando trabajo en la costa y nos pidió quedarnos a cargo unos días de su bebé. Accedimos sin saber que esa sería la primera de sus desapariciones regulares los próximos 6 años. Esos días pasaron a ser semanas, empezamos a preocuparnos e incluso entre pensar que pasaría con la pequeña si informábamos de la desaparición de su madre. Al final decidimos esperar. N. volvió, dejó algo de dinero y ropa y volvió a desaparecer.

Pasaron los meses y la pequeña balbuceó su primer "ma...ma..." a mi madre y a mi. Aprendió a gatear, a andar, a bailar y nos hizo la vida algo más difícil, con la responsabilidad de un bebé que no era nuestro... vida que no cambiaríamos por nada del mundo porque A. se convirtió en nuestro mundo. En el deseo de volver pronto del trabajo para verla reír, para turnarnos entre los tres (tanto mi hermano, como mi madre y yo misma organizamos nuestro trabajo y vida en torno a su cuidado), para escuchar sus últimas travesuras.

Cuando A. cumplía los 2 años, su madre nos comentó que le gustaría bautizarla... pero todo se quedó en su intento, porque volvió a irse. Así que fue mi madre la que se movió para bautizar a la niña con fecha a la espera de la autorización de N. Finalmente, fui su madrina, en un bautizo sencillito y una pequeña reunión de 10 personas en casa.

Los meses y los años siguieron pasando. A. crecía sana y alegre. Empezó a ir a la guardería; tenía la enorme suerte de no enfermarse, salvo algún catarro ocasional; Se convirtió en una niña graciosa, simpática, alegre, divertida y sobre todo traviesa, que siempre nos sacaba una sonrisa en la cara.

N. consiguió un domicilio habitual en la que podíamos localizarla... a veces... pero aunque siempre hablaba de llevarse a su hija, ocurría algo que lo impedía y la hacía irse de nuevo. En ocasiones nos contaba lo que le ocurría, en otras lo imaginábamos nosotros y aunque queríamos ayudarla, ella nunca se dejó.

A. cumplía 6 años y necesitaba escolarizarse, pero era N. quien tenía su documentación... cumplió y consiguió (a destiempo, pero terminaron por admitir) que A. empezara el curso escolar... cuando unos meses después aparecieron sus abuelos.

N. había tocado fondo por completo y finalmente acudió a su hermano pidiendo ayuda, pero fueron sus padres los que decidieron aparecer y llevárselas. A N. y a su hija A. con ellos ya vivía la hija mayor de N. desde hacía años.

Lloré mientras preparaba la maleta de A. No quería que se fuera. Lloré cuando vi su carita pegada a la ventanilla del tren gritándo: "¡¡¡Madrinaaaa!!! ¡¡¡vente conmigo!!!"

Llore esa noche viendo su cama vacía. Y la eché terriblemente de menos.

2 años después volvía a verla cuando en unas vacaciones veraniegas aparecieron su madre y ella.

Y aunque durante años hemos estado en contacto, por correo postal, por teléfono, por mail, por msn... han tenido que pasar 14 años para volver a encontrarnos este verano.

El cosquilleo esperando volver a verla, los nervios de si sería un encuentro emotivo o distante... yo había cuidado de un bebé y me iba a encontrar a una mujer de 22 años. Pero fue emoción lo que me embargó cuando abracé por fin a mi niña, era su misma cara, su misma sonrisa, sus mismos ojos.

Sólo han sido unos encuentros, que me han parecido cortísimos, los que hemos tenido estos días, pero me han hecho reencontrarme con todos los recuerdos y sentimientos de aquella época. Pero en los que me he sentido feliz por volver a ver de nuevo a A. mi ahijada.


Nota: Volveremos a encontrarnos pronto, porque nos ha invitado a su boda, pero sé que ahora ese tiempo volverá a hacerse eterno.

4 comentarios:

Lara dijo...

Por eterno que se haga llegará. Tú deberías saber más bien que nadie que todo llega ;)

Mithrand dijo...

Se nota que estoy sensible desde que soy padre, casi me haces llorar, mala gente.

Me alegro del final, que es un principio...

Mo dijo...

A mí, también me cuidaron de pequeña personas que no fueron mis padres, pero por motivos distintos a los que imagino que tendría tu amiga. Cuando tenía tres años, mis padres me recogieron y me llevaron con ellos a otra ciudad. Veía a los tíos de mi padre (personas que me cuidaron de pequeña); ibamos a verlos una vez al año, y para mí eran los mejores momentos. Por desgracia ya han fallecido.
Con esto quiero decirte que tú nunca olvidaras a tu ahijada, pero ten por seguro que ella tampoco te olvidará nunca a ti.

Besossssss

Viviana dijo...

pues yo si llore... mujer, q historia... como te encariñas con una personita q luego te quitan...

espero q el reencuentro sea muy pronto!