-¿Te gusta? La he robado en Yves Rocher.
Exhibia ufana la barra de labios mientras yo cerraba la puerta. Le dije que eran más de las nueve. No se disculpó.
Nos amamos en una madrugada lenta y letal; sus labios, violáceos y glaciales, no rehuyeron ningún goce. Por la mañana encontré en el espejo del baño una despedida de carmín: "no volveré más".
No lograba entenderlo. Entonces me llamaron.
La habían atropellado al salir de una perfumería, sobre las seis de la tarde.
Había muerto de madrugada, tras escribir sobre las sábanas del hospital mi número de teléfono, con barra de labios.
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