miércoles, 30 de mayo de 2007

Siempre es mejor lo que no tenemos

Wendeling niña, unos ocho años, vive con sus abuelos en un pequeño pueblo donde todos conocen a todos. Puertas siempre abiertas, niños sin hora de llegada a casa, jugando por todas partes, en la calle o en pleno campo... subiéndose a los árboles o haciendo carreras en la bici por caminos sin asfaltar.

Todos saben de quien es hija y que vive con sus abuelos. Pero sobre todo hay una persona en especial que constantemente la invita a comer. Se llama Pepita y es tía de Mª José, la amiga de Wen. Y la niña acepta encantada, sobre todo porque Pepita tiene un pequeño kiosko y siempre que va a su casa recibe chucherías... aunque no es muy amiga de José Luis, el hijo de Pepita, un niño muy engreído y gamberro que siempre se mete con ella "porque no tiene padres".

- Me encanta cuando vienes a comer, porque eres una niña muy buena y educada y mi José Luis se lo come todo sólo cuando tú estás.

Y se quedaba sin palabras que decir, esperando la chuche del postre. Aunque después sabría que su abuela le pondría mala cara por ir a comer a casa de Pepita... y no por no avisarla, sino que por alguna razón que a ella se le escapaba, no le gustaba Pepita.

"Son cosas de mayores".


La verdad es que en el fondo, a Wen tampoco le gustaba Pepita, porque siempre, siempre, terminaba por preguntarle:

- ¿A quién quieres más? ¿A tus padres o a tus abuelos?

- A los cuatro por igual.

Respuesta salomónica que terminaba por cortar la conversación, aunque Pepita insistiera varias veces.

Y ayer, cuando después de la cena improvisada para cinco niñas, una de ellas le dijo a Ithilien:

- Vaya madre más enrollada tienes, que incluso le gusta ver los dibujos de Riochu, no como la mía, que no le gusta nada de lo que a mi me gusta.

Recordó sus comidas con Pepita, porque siempre terminamos por desear lo que no tenemos habitualmente.


Nota: años después supe la razón de la antipatía de mi abuela por Pepita. En el pueblo se había corrido el rumor de que mis padres se habían separado y se habían repartido los hijos, mi hermano se lo había llevado mi madre y yo me habría quedado con mi padre, que como estaba siempre trabajando, había terminado viviendo con mis abuelos. Pepita intentaba pillarme constantemente, para confirmarlo. Aunque mi inocencia y que todo eso fuera mentira, se lo impidió una y otra vez... Al menos conseguí chuches gratis durante bastante tiempo.

1 comentario:

Wendeling dijo...

Comentario:
Opino como Azul,además con el tiempo también aprendemos que lo malo no es tan malo, ni lo que nos parece tan bueno, mejor.
Es cuestión de valorar lo que se tiene y de hacer oídos sordos a las Pepitas que nos rodean ( pq habrá tantas?)

Besotes.
Basileia 31 Mayo, Jueves 16:41 (Web)

Comentario:
Chuches... mira que eres golosa :-P. Y por cierto si eres enrrollada jeje. Como una amiga de mi hija que le dice... joer como mola tu madre!! y la mia contesta... bueno... el 90 % de las veces jeje. Besikos
Zarem 31 Mayo, Jueves 14:00 (Correo) (Web)

Comentario:
Y con el tiempo aprendemos....que no siempre lo que se desea ...es lo mejor para cada cual.

Un biko fuerte bonita semana!!!
Azul 31 Mayo, Jueves 07:13