lunes, 12 de febrero de 2007

Terremoto

Es habitual que en una conversación con Wendeling, ésta termine contando alguna historia, anécdota, suceso personal o de terceras personas. No es una regla, ni una obligación o un compromiso. Sólo sucede, sin más.

- ¿Cómo eres capaz de recordar tantas cosas?

- Nunca las recuerdo todas. No tengo tal capacidad de memoria. Pero en ocasiones, ocurre algo que me hace acordarme de ese suceso en particular. A veces es una canción, otras un olor, un artículo en el periódico, una conversación con alguién o incluso un risa, que abre ese cajoncito en especial de mi memoria.

Wen tuvo esta conversación en particular hace varios días con una amiga y hace unos horas ha podido comprobar como ha vuelto a suceder. Un historia de su niñez que tenía por completo olvidada, ha visto la luz precisamente hoy, a su llegada a la oficina donde trabaja.

- Buenas...

- Ah, hola Wen, siéntate, ahora te atiendo - la jefa de Wen, como siempre con miles de cosas que hacer, intentando organizarse en su mesa... - Por cierto, ¿has notado el terremoto?

- ¿Terremoto? ¿Cuándo?

- Hace unos cinco minutos...

- Pues no, iba en el bus. No he notado nada...

Y Wendeling, por arte de magia, se traslada a un buen puñado de años atrás...


Tiene seis años, lleva viviendo unos meses en casa de sus abuelos. Acaba de despertar y remolonea unos minutos en la cama. Es la cama dónde duermen sus abuelos. Una enorme y alta cama de hierro, a la que le cuesta mucho subirse por las noches. Debe poner un pie en el borde de la colchoneta y agarrarse al cabecero para tomar impulso. La primera noche que durmió ahí sintió algo de vértigo al intentar bajarse. Es muy alta y además, sus abuelos usan dos colchones de lana. Mama María, todas las mañanas, ventea los colchones y los alisa, dejando la cama por completo recta, pero en cuanto te acuestas, terminas por hundirte, sientes la sensación de como te atrapa el colchón poco a poco, hundiéndose bajo ti... atrapándote y consiguiendo que no tengas frío... eso si, cuesta una barbaridad darte la vuelta en la cama o correrte unos centímetros, porque invariablemente terminas hundida en el mismo hueco que hicistes al acostarte.

Su abuelo trabaja todas las noches menos los domingos, como guarda en una bodega cercana, así que por el momento, ella duerme en la misma cama con su abuela. Eso la hace sentirse más segura, después del par de años durmiendo en el colegio, en el que a pesar de ser un montón de niñas en la misma habitación, se sentía por completo sola en las noches.

Es verano, no sabe que hora es, pero siente el ruido de la calle, niños jugando, el panadero con su coche, gritando "pan recién horneado"... escucha el ruido de la persiana de la puerta de la casa, su abuela acaba de salir, seguro que a comprar el pan... un perro ladrando, los cascos de un burro o un mulo pasando por la calle de al lado... crujen las ruedas de madera del carro que lleva...

Piensa en levantarse, empieza a sentir calor de la cama, pero todavía no se decide. Vuelve la cara y ve el espejo de cuerpo entero que su abuela tiene en la esquina del dormitorio. Le gusta mirarse en él... imagina que es la madrastra de blancanieves y le pregunta al espejito mágico quien es la más guapa...

La persiana vuelve a hacer ruido al arrastrarse por el suelo... su abuela acaba de llegar cuando...

La cama salta, un golpe seco, un salto... Wen salta con la cama, siente un dolor en el estómago... es miedo ¿qué pasa? las cortinas también se mueven, un retrato de su padre niño, cae de la pared y se rompe el cristal...

Su abuela la llama desde la cocina...

- ¡¡¡Wendeling!!!

Ella intenta bajar de la cama, pero es muy alta, su pie no llega, resbala agarrada al colchón, su pie busca el frío del suelo... la cama vuelve a moverse y el dolor del estómago le hace no ser tan cautelosa... suelta sus manos del colchón, resbala y cae de espaldas sobre el suelo... la cabeza contra el espejo que se hace añicos... cierra los ojos al sentir como saltan los trozos sobre su cara...

Grita.

Todo vuelve a quedarse quieto. Wen se levanta poco a poco, no se atrave a abrir los ojos, los cristales del espejo todavía caen. Le duele el culete de la caída y sigue asustada, pero sobre todo teme la regañina de su abuela por romper el espejo...

Está de pie, se atreve a abrir los ojos, su abuela acaba de entrar a la habitación, chilla asustada llamándola.

- Lo siento mama, no quería romper el espejo...

Llega hasta su altura y la abraza, sigue chillando su nombre, no entiende bien lo que dice... algo de su cabeza...

Se lleva la mano a la cara y a la cabeza cuando siente una enorme quemazón a tocarse la frente, no puede evitar volver a sentir el dolor en el estómago al verse las manos llenas de sangre...

Nota: de aquella aventura me quedan unas pequeñas cicatrices en la cabeza, no sé ven, están justo por encima de la linea del pelo... había olvidado por completo esta historia hasta el momento en que mi jefa dijo "terremoto".

1 comentario:

Wendeling dijo...

Comentario:
Más que las anécdotas y los recuerdos, a mí me gusta la manera que tiene Wendeling de contarlos.
Doris Day 13 Febrero, Martes 21:46 (Web)

Comentario:
Un "terremoto" es dificil que note otro... :-P
Zarem 13 Febrero, Martes 14:26 (Correo) (Web)

Comentario:
Después de algún tiempo, vuelvo a estar por aquí. Yo soy una de esas personas a las que le encanta que Wen siempre tenga alguna historia que contar.
Respecto al terremoto cuando lo oí ayer en la tele no me lo podía creer.

Un besazo.
abeja-maya 13 Febrero, Martes 13:29 (Web)

Comentario:
Yo los terremotos que he vivido han sido realmente flojitos, como cuando estas situada en una calle encima del metro y notas como vibra la tierra.

Aunque sí que acabé como tu con la cabeza sangrando debido a la terremoto de mi prima que me hizo resbalar mientras jugabamos e ir directamente hasta la puerta de cristal de la cocina de mi abuela, creo que como tu estaba más preocupada en que no me echaran bronca por la puerta más que por lo que me había hecho.
Sorsha 13 Febrero, Martes 12:28 (Web)

Comentario:
A mí, como a tu amiga, me fascina tu capacidad para recordar cosas quizás porque para mí los recuerdos de mi infancia están como entre niebla, como cuando me quito las gafas: borrosos, muy borrosos. Quizás sea debido a esta costumbre mía de meterme en mi burbuja que me hizo no prestar mucha atención a lo demás... A saber.

Besos
Nanny Ogg 13 Febrero, Martes 12:22 (Correo) (Web)

Comentario:
Nunca he vivido una situación así, sólo recuerdo un pequeño temblor hace unos años, pero vaya, poca cosa.
Ayer cuando oí lo del terremoto en la tele me acordé de ti.
Besos.
lara 13 Febrero, Martes 11:07 (Correo) (Web)

Comentario:
Yo nunca he vivido un terremoto pero creo que preferiria uno de estos chiquititos a los que organizan algunas personas.

Besos

Pd.- Las que debeis ser un terremoto de risas sois tus niñas y tú todas juntas de fiesta je,je
Carmen 13 Febrero, Martes 09:38 (Correo)

Comentario:
Ay...esos recuerdos que a veces tienen una nota de mal sabor....

Un bikiño!
Azul 13 Febrero, Martes 02:04

Comentario:
Es el segundo post que leo hoy sobre terremotos, así que volveré a recordar lo mismo que hace un rato.

Yo viví un terremoto en Guatemala en el 98. Estaba desayunando en el hotel, y según el camarero que estaba a mi lado, fue flojito, nada de qué preocuparse.

Yo, como era el primero que vivía, no sabía si eso era flojito, muy flojo o regular, no tenía para comparar. Sólo sé que no me dio miedo.
Kotinussa 12 Febrero, Lunes 21:17 (Correo) (Web)

Comentario:

Me gustan los recuerdos. Bicos.

PD importante: te invito a leer mi post que acabo de publicar con tus niñas, aunque primero deberías leerlo tú antes por si acaso. Un abrazo.
Álex 12 Febrero, Lunes 21:17 (Web)

Comentario:
Yo viví unos cuantos años en Perú y allí los "temblores" son cosa muy frecuente (vamos, que todos los meses hay alguno de cierta intensidad). Una vez viví uno de mucha intensidad (creo recordar que rozaba los 8 puntos Ritcher) que no llegó a considerarse terremoto por la escasa duración. Fueron dos tremendas sacudidas, casi instantáneas y separadas entre sí por apenas un minuto. La primera me pilló en el interior de una casona de adobe de inmensas paredes y más de 200 años de antigüedad. Salí pitando, sin apenas pensar (craso error) y sólo obsesionado por alcanzar el exterior. El segundo remezón me cogió llegando a la calle y pude ver como el asfalto ondulaba de forma muy parecida a cuando extendemos una sábana sobre la cama: impresionante. Por cierto, la tierra se abría y volvía a cerrar: daba miedo.
miroslav panciutti 12 Febrero, Lunes 21:11 (Correo) (Web)