miércoles, 12 de septiembre de 2012

La tarta

En mi familia circula una anécdota que viví en primera persona.

Era el primer año que vivía con mis padres después de tantos conviviendo con mis abuelos. Contaba 10 años y habían empezado los problemas de convivencia con mi hermano, de entonces 6. Él estaba acostumbrado a tener a nuestros padres en exclusiva y aparecí yo, una hermana mayor, que por mi parte estaba acostumbrada a obtener cualquier capricho de mis abuelos.

Los berrinches de mi hermano estaban a la orden del día... las peleas entre los dos, también.

Pero aquel sábado fue tranquilo, por la tarde teníamos la celebración de la boda de unos vecinos y estábamos invitados. Mi hermano muy contento, porque podría comer todas las chucherías que habitualmente no le permitían en casa y yo feliz por estrenar vestido y presumir ante todos esos amigos de mis padres que solo habían oído hablar de mi, pero no me conocían en persona.

La ceremonia no la recuerdo especialmente, pero si el lugar que ocupamos en el convite, justo un par de mesas nos separaban de una enorme tarta de boda... que mi hermano no dejaba de admirar con la boca abierta... preguntando constantemente cuanto faltaba para comer la tarta.

Tras pasar varias horas disfrutando del convite y las conversaciones a las que prestaba oído para ver si alguien hablaba de mi, llegó el ansiado momento esperado por mi hermano.

Los novios cortaron la tarta, se hicieron las fotografías y los camareros empezaron a repartir.

Mi hermano contento y feliz, con su trozo de tarta en el plato.

Mi hermano que se lo come en un pispás comentando que está muy buena, con la boca llena.

Mi hermano que pregunta si puede repetir, mis padres explicándole que debe esperar a ver si sobra algo.

Mi hermano que consigue repetir tarta e incluso comerse el trocito que mi madre había dejado porque ya no podía más.

Mi hermano, repanchingado sobre la silla, que pregunta a mis padres:

- Mamá ¿papá y tú cuando os casáis?

- J. papá y yo ya nos hemos casado, hace muchos años, antes que naciera tu hermana.

Mi hermano que abre mucho los ojos, empieza a hacer pucheros y termina gritando:

- ¡¡Os habéis casado y no me habéis guardado tarta!!

Y ese sábado que había sido tranquilo, terminó con una impresionante pataleta de J., a grito pelado, pidiendo la tarta de la boda de mis padres.


Nota: A las leonas no les ocurrirá lo mismo, ellas si probarán la tarta de boda de su madre.





4 comentarios:

Irene dijo...

Hace mucho que no te pongo un comentario, pero creo que es menester, aunque sólo sea para felicitarte y desearos lo mejor :).
Un beso
Irene

Wendeling dijo...

Gracias Irene y besos para ti también.

Anónimo dijo...

Muchas felicidades Wen, me alegro mucho.

Anónimo dijo...

Era yo....Amaranta.