sábado, 10 de marzo de 2012

Tricotar

Mi madre va a cumplir 70 años el próximo mayo. Recibió una educación de su tiempo, es decir, la prepararon para ser madre y ama de casa, nada más y nada menos. Ocuparse de su marido, de sus hijos y tener siempre la casa impecable.

Ya he contado en otras ocasiones que todos los enfrentamientos que he tenido con ella han sido consecuencia de su obsesión porque la casa donde vive ella (y por extensión, la que vivimos nosotros) esté siempre para pasar revista. Y también he hablado sobre mis prioridades, entre las que no están el orden de la casa en la que vivo. Quiero decir que ser ama de casa no es el fin de mi existencia, como si lo es el de la suya.

Desde adolescente lo tenía asumido.

Mi madre también es una excelente modista y bordadora. Hace años incluso tenía varias aprendizas a las que enseñó su profesión. Yo no fui una de ellas y no fue por sus variados intentos. Sé lo básico y por obligación, meter un dobladillo y coser un botón, poco más.

Mi abuela era una impresionante bordadora de bolillos y del crochet, también mujer de su tiempo. Con ella aprendí los puntos básicos, incluidos los de tricotar. Prefería leer o inventarme historias a estar con las agujas y la lana.

Pero un buen día, con 16 años, se me ocurrió aprovechar un resto de lana de un color rojo vivo y hacer un vestido a una de mis muñecas. Cuando mi madre lo vio terminado y puesto, se lo quedó mirando, miró el revés y las costuras. Yo pensé que le sacaría defectos (como a todo lo que hacía concerniente a las tareas del hogar, desde esquinitas que no había quitado bien el polvo, a brillos en los espejos,...) pero en esta ocasión no fue así.

- Wen, tienes un punto muy uniforme ¿por qué no intentas hacerte uno para ti?

- ¿Qué? ¿uno grande? pero si eso tiene que ser complicado.

- Si has sido capaz de hacer este tan bien, solo es empezar con más puntos.

Y le dije que sí. Fuimos a la tienda, escogí mis lanas y compré una revista.

Unas semanas después estrené mi nuevo jersey, a la moda y a mi gusto. Mis amigas se quedaron con la boca abierta, la verdad es que me salió muy bien y no se creían que lo había hecho yo.

A partir de ahí el tricotar se convirtió en todo un descubrimiento para mi. Me calmaba cuando estaba exitada y podía hacerlo mientras veía una película en televisión.

Casi 30 años después, sigo haciendo punto habitualmente. Me siento rara cuando termino una tarea y no he empezado otra. He tenido fallos clamorosos, como no, pero lo habitual es que me salgan jerseys muy bonitos y "usables". Toda la familia tiene al menos varios tejidos por mi. Me es fácil seguir las instrucciones de las revistas y con el sistema de prueba y error o acierto, determino las tallas.


Y todo esto viene para mostraros, orgullosa, mis últimos trabajos para las
nuevas incorporaciones familiares: Sergio, nacido la semana pasada pero que he tricotado para que lo use el próximo verano, cuando tenga 4-5 meses.







Y un jersey de primera puesta para Arantxa que nacerá el próximo mayo:

2 comentarios:

Viviana dijo...

ah!

doy fe abiertamente: el que le hiciste a mi hija es un lujo total!!! y rojo, tal como lo pedi !

eres muy habil ! y todo te queda precioso.

Zana dijo...

Jo, yo también quiero, jajajaja.

Pero me quedan al menos dos años para empezar a disfrutar de ese "placer" :P