lunes, 23 de marzo de 2009

Una lección

De mis dieciséis a dieciocho años utilicé todas mis vacaciones, puentes y muchos fines de semana en casa de mis abuelos, esa vieja casa del fantasma. Aunque mis amigas de la infancia habían evolucionado y ya no formaba parte del grupo, la relación con un par de primas de mi misma edad era genial, hasta el extremo de ir pivotando en sus pandillas respectivas y sentirme muy bien entre ellos. Sobre todo porque yo era la de afuera, la "malagueña" y los chicos sentían una atracción por conquistarme que me hacía sentir bien, me daba la confianza en mi que perdía cuando llegaba a casa de mis padres en la ciudad.

Las fiestas del pueblo eran (y siguen siendo, aunque hace ya muchos años que no paso por allí) a mediados de agosto, justo coincidían con la feria de Málaga, pero yo siempre prefería pasar esas fechas con mis abuelos. No disponía de hora para volver y el acoso masculino conseguía subir mi ego a límites insospechados. Me lo pasaba realmente bien.

En una de ellas conocí a Manolo. Un chico un par de años mayor, tremendamente tímido y con unos ojos preciosos... pero muy bajito. Yo siempre fui bastante alta y no me sentía muy agusto con hombres más bajos que yo, pero al notar la admiración que despertaba en Manolo y su gran timidez, se despertó mi instinto maternal, intenté introducirlo en la pandilla en la que me movía entonces. Conversaba con él, intentaba que participara más en las decisiones, me dejaba invitar, le sonreía, paseaba agarrada a su brazo... para mí como un amigo más, sin darme cuenta que él tomaba todas aquellas atenciones como un interés por mi parte distinto al que realmente era.

Hasta el día que me invitó a bailar... ante mi negativa insistió una y otra vez, sorprendiéndose mucho. Finalmente acepté, pero imagino mi cara de... circunstancias... (por no decir algo más fuerte) cuando sentía su respiración justo en mi pecho, viendo las sonrisas, cuando no carcajadas abiertas de los demás del grupo, yo era una cabeza más alta que Manolo, hacíamos una extraña pareja. No sabía que postura adoptar, perdiendo el paso continuamente y deseando que terminara de una vez aquella canción.

A partir de aquel momento evité la cercanía de Manolo, la carcajada de mi prima fue antológica cuando me disculpé y marché al servicio, roja por la vergüenza, cuando conseguí separarme de sus brazos.

Al día siguiente Manolo apareció por la casa del fantasma con un ramo de rosas, mientras yo escapaba por la otra puerta dando gracias a que no estuvieran mis abuelos en ese momento.

Me encontró horas después, con las rosas todavía en su mano. Mi prima me empujó para que hablara con él, pero me sentía realmente mal por la confusión...

Le dije que lo sentía, que no era mi intención dar pie a todo. Que me gustaba como amigo, nada más. Él preguntó una y otra vez que había de mal en intentarlo, incluso estaba dispuesto a marcharse a Málaga y buscar allí trabajo.

No sabía como decirle sin herirle que no estaba interesada aunque al final llegué a aceptar que no me hubiera importado mantener una relación con él si midiera 20 cm más. Pero él supo la razón, según me confesó, cuando vio mi cara de asco cuando bailábamos juntos.

Al final, dijo algo que jamás he llegado a olvidar y que me hizo reflexionar mucho, tanto sobre mi comportamiento como mi actitud.

- Te crees una persona simpática, pero no lo eres. Las personas que realmente lo son les nace de manera natural y tu actúas, decides a quien le ofreces tu simpatía y a quien no. La verdad es que da pena saber que lo decides por su físico.

Me dio una tremenda lección. Manolo era una buena persona y le hice daño, por hacerme la simpática, por egocéntrica, por inflar mi propio ego.

Nota: Siempre vemos la paja en el ojo ajeno y olvidamos la viga que llevamos en el propio. Que se aplique la lección a quien le corresponda.

Nota adicional: Suelo escribir mis recuerdos en tercera persona, porque yo no soy la misma que vivió aquellas experiencias, aunque todas ellas han llevado a que sea actualmente quien soy. Este recuerdo lo he querido escribir en primera persona, porque todavía, hoy en día, sigo aprendiendo de él.

11 comentarios:

Katty dijo...

Wen:
Que gran lección la que nos dejas, y es verdad que uno no acaba nunca de aprender de la vida y de la gente que forma parte de ella.

Gracias por compartir esto.
Tqm!

Anónimo dijo...

Siempre es bueno que te digan estas cosas para recapacitar y caminar...

Efectivamente éstas son las cosas que nos hacen personas. Y tú eres una persona muy grande.

Gracias por hacerme reflexionar a mí con tu experiencia.

Te quiero un montón, un abrazo.

Lara dijo...

Asi se aprende en esta vida, lección tras lección.

Viviana dijo...

"Siempre vemos la paja en el ojo ajeno y olvidamos la viga que llevamos en el propio. Que se aplique la lección a quien le corresponda."

un post aleccionador. y muy entretenido

besos

JLAmbr dijo...

Otra forma de asimilar lo de la paja y la viga es repetirse mil veces eso de "yo soy otro tú, tú eres otro yo".

Pero incluso cuando lo sabemos, nos es más cómodo hacernos el tonto, distanciarnos y hacer lo posible por marcar diferencias: sea por el aspecto, por la forma de ser, por un presentimiento...al final siempre encontramos razones de sobra para apartar al otro como el que quita una manzana picada de la cesta. Cuando posiblemente los picados seamos nosotros. Bezos.

Patricia Sánchez dijo...

afortunadamente, hay gente que siempre está dispuesta a aprender... aunque sea una lección impartida hace años
Fantastico post
besos.

Mary Lovecraft dijo...

Increíble el mensaje tan drástico que te pudo transmitir Manolo.

Se ve que era un chico que tenía los pies muy bien puestos sobre la tierra.

Me gustó tu nota final y que sigas aprendiendo de él día a día.

un beso, linda, que pases feliz fin de semana.

Amy dijo...

Yo sinceramente no creo que este chico estuviera en condiciones de darte lecciones. Más que nada porque seguramente tú le gustases a él por tu físico, y precisamente le dejaste de gustar por ese interior que descubrió en ti. Así que menos lecciones y más humildad, en esta vida gustamos a veces y otras no gustamos, gustar es algo muy subjetivo y hay que aceptarlo tal cual lo sentimos y lo sienten los demás. Porque incluso si nos fijamos en el interior de alguien y no en su exterior también descartamos a gente que no nos gusta sin más. Estaría bueno que tuviesemos que darle una oportunidad a todo el mundo que siente algo por nosotros, por favor hombre.

Lo que no sé muy bien es si eras consciente de que a este chiquillo le gustabas. Dado que eres bastante consciente de que en realidad ocurría con frecuencia en tu pueblo. Y con ese simpatía querías demostrarle lo buena persona que eras que encima lo tenías que integrar tú a él en un grupo de amigos no siendo tú de allí. Yo tenía una amiga en particular que sabía sacar rendimiento a los chicos que iban detrás de ella, eso sí ninguno de ellos le dijo nada semejante, más que nada porque no eran chicos resentidos por no gustarle a las mujeres, quizás esa sea la clave. Él en ciera manera pensaba que tú tendrías que estarle agradecido por haberse fijado en ti (tú misma dices que cuando llegabas a málaga, dejabas de ser el centro de atención de los hombres y esto hay gente que lo nota) y tú que en tu pueblo te sentías como esas mujeres que tienen todos los hombres a sus pies, te comportaste con él como hacen todas estas mujeres, haciéndose las tontas ante unos sentimientos que son obvios y queriendo disculparse con aquello de que como amigos lo que quieras....jajaja, yo creo que se lo merició, por resentido.

Nanny Ogg (Dolo Espinosa) dijo...

Impresionante lección, impresionante maestro y, también, impresionante alumna. Me ha encantado esta historia...

Besos

Wendeling dijo...

A ver Amy, puede que fuera un resentido, imagino que me soltó esa frase precisamente porque le dije que no, pero la verdad que acepté reflexionando sobre todo ello, es que realmente no me hubiera importado salir con él si hubiera sido más alto, Manolo era una persona muy agradable cuando conseguías hacerlo salir de su timidez que, estoy segura, un gran porcentaje era consecuencia de su poca altura. Todo aquello me influyó mucho sobre mi futuro actitud con otras personas y quieras que no, le estoy agradecida por hacerme ver mi falso comportamiento.

Gracias a todos por vuestros comentarios y besos a repartir.

Amy dijo...

A ver Wen que yo no digo que no te viniera bien reflexionar sobre tu situación personal, lo que digo es que él no era el más indicado y que precisamente él tenía la misma necesidad de reflexionar sobre su forma de comportarse con los demás, contigo en este caso. Porque al igual que tú él estaba condicionado por su aspecto físico. A ti tu altura te impedía salir con un chico más bajo que tú, y a él su altura le impedía tener mejores sentimientos y aceptar las decisiones de los demás con respeto y educación. Quiero decir que si bien el aspecto de Manolo podía tener el defecto de ser bajo, su interior (ese que te reclamaba a ti) estaba resentido y la gente resentido no suele tener buenos sentimientos. Lecciones las personas te puedan dar no obstante, aunque ellos se las merezcan mucho más. Por ponerte un ejemplo de qué puedes hacer cuando alguien te dice que no, mi padre con diecisiete años empezó a pretender a mi madre y no consiguió un sí hasta nueve años después, nueve años en los que escuchó muchísimas negativas como comprenderás, pero mi padre es una persona inteligente, y sabía perfectamente que ser borde y maleducado no iba a beneficiarlo para conseguir lo que quería, casarse con mi madre. O quizás porque no ha sido nunca una persona resentida y tampoco se tomaba un no de una mujer como un rechazo físico en vez de como una decisión muy personal de cada uno.