".... Entonces MacPherson también comenzó a perseguirlo:
- ¡Españoles! Jamás debí tratar de enseñarle a un español; son tontos, se olvidan de las cosas, ¿Qué haces con una herida? ¿Cuántas veces te he enseñado lo que se ha de hacer con una herida?
- Cubrirla... - respondió Íñigo, y se arrancó el cuchillo del cuerpo y hundió el puño izquierdo en la herida.
Los ojos de Íñigo comenzaron a enfocar un poco mejor, no muy bien, no perfectamente, pero lo preciso como para ver que la espada del conde se le acercaba al corazón; Íñigo no logró hacer mucho con aquel ataque, desviarlo levemente, empujar la punta de la hoja hacia su hombro izquierdo, donde no le produjo un daño insoportable.
El Conde Rugen se quedó un tanto sorprendido de que hubiesen desviado su acero, pero no estaba nada mal aquello de traspasar el hombro de un indefenso. No había prisa cuando se le tenía acorralado.
- ¡Españoles! - volvió a gritarle a MacPherson -. Dame un polaco cuando quieras, al menos los polacos se acuerdan de usar la pared cuando tienen una a mano; sólo a los españoles se les olvida utilizarla...
Lentamente, centímetro a centímetro, Íñigo se valió de la pared para incorporarse; utilizó las piernas para empujar, y dejó que el muro se encargara de proporcionarle todo el apoyo necesario.
El conde Rugen volvió a atacar, pero, por un cierto número de motivos, lo más probable porque no había esperado que su contrincante se moviera, no lo alcanzó en el corazón y tuvo que conformarse con hundir la hoja de su acero en el brazo izquierdo del español.
A Íñigo no le importó. Ni siquiera lo notó. Lo único que le interesaba era su brazo derecho; apretó la empuñadura y notó que conservaba la fuerza en la mano, suficiente como para atacar al enemigo, y el conde Rugen tampoco se había esperado aquello, de modo que lanzó un gritito involuntario y retrocedió un paso para volver a analizar la situación.
La fuerza fluía del corazón de Íñigo hacia su hombro derecho, bajaba por éste hasta los dedos y luego a la gran espada con empuñadura para seis dedos; se apartó de la pared y murmuró:
- Hola...., me llamo.... Íñigo Montoya; tú mataste... a mi padre; disponte a morir.
Se pusieron en guardia.
El conde fue a buscar la muerte rápida, empleando el movimiento inverso de Bonetti.
Inútil.
- Hola..., me llamo Íñigo Montoya; tú mataste a mi padre..., disponte a morir....
Volvieron a ponerse en guardia, y el conde pasó a la defensa Morozzo, porque la sangre seguía manando.
Íñigo se hundió más el puño en la herida.
- Hola, me llamo Íñigo Montoya; tú mataste a mi padre; disponte a morir.
El conde se parapetó detrás de la mesa de billar.
Íñigo resbaló en su propia sangre.
El conde siguió retrocediendo, y esperó y esperó.
- Hola, me llamo Íñigo Montoya; tú mataste a mi padre; disponte a morir.
Se hundió más el puño y no quiso ni pensar en qué era lo que estaba tocando y aguantando en su sitio; por primera vez se sintió capaz de intentar un lance: la enorme espada describió un brillante movimiento...
... en el costado de una de las mejillas del conde Rugen apareció un corte vertical...
... otro brillante movimiento...
... otro corte, paralelo, sangrante...
- Hola, me llamo Íñigo Montoya; tú mataste a mi padre; disponte a morir.
- ¡Deja de repetir eso!
El conde comenzaba a experimentar una cierta merma en el temple.
Íñigo hundió su espada en el hombro izquierdo del conde, tal y como él le había herido el suyo. Luego siguió con el brazo izquierdo del conde, en el mismo sitio donde éste le había penetrado el suyo.
- Hola - pronunció con más fuerza ahora -. ¡Hola! Me llamo Íñigo Montoya. Tú mataste a mi padre. Disponte a morir.
- No...
- Ofréceme dinero...
- Todo - dijo el conde.
- Y poder. Prométeme eso.
- Todo lo que tengo y más. Por favor.
- Ofréceme lo que yo te pida.
- Sí. Sí. Habla
- Quiero que me devuelvas a mi padre, Domingo Montoya, hijo de perra - y la espada con empuñadura para seis dedos volvió a describir un brillante movimiento en el aire.
El conde gritó.
- Fue justo a la izquierda del corazón - volvió a atacar Íñigo.
Otro grito.
- Ésa fue justo debajo del corazón. ¿Adivinas acaso lo que estoy haciendo?
- Arrancarme el corazón.
- Tú me lo arrancaste a mí cuando tenía diez años; ahora quiero el tuyo. Tú y yo somos amantes de la justicia... ¿hay algo más justo que eso?
El conde lanzó un último grito y luego cayó al suelo, fulminado por el terror.
Íñigo lo miró desde su altura. El rostro crispado y frío del conde aparecía petrificado y ceniciento, y la sangre seguía manando de los cortes paralelos. Sus ojos desmesuradamente abiertos aparecían llenos de horror y dolor. Era glorioso. Si a uno le gustan ese tipo de cosas.
A Íñigo le encantaban.
Eran las seis menos diez cuando salió tambaleándose de la sala; no sabía adónde se dirigía ni por cuánto tiempo, pero abrigaba la esperanza de que quienquiera que lo hubiese estado guiando últimamente no lo abandonase en ese momento."
William Golman en "La princesa prometida"
Quiero ser Íñigo Montoya, quiero seguir peleando a pesar de sentirme hundida, quiero tapar mis heridas para que dejen de sangrar, apoyarme en la pared para levantarme y usar mi instinto para seguir luchando por lo que creo.
Quiero ser Íñigo Montoya para vengarme de mi vida y demostrarle que mis ansias de vivir, de sentir, de amar van a conseguir que siga levantándome todas las veces que me caiga. Y que mi venganza, conde Rugen, consistirá en que no me veas hundida de nuevo. Jamás.
Quiero ser Íñigo Montoya, porque con cara de hombre decidido y malo, mi espada al cinto y mi mirada atravesada... ¡ligo más que ahora! seguro.
- ¡Españoles! Jamás debí tratar de enseñarle a un español; son tontos, se olvidan de las cosas, ¿Qué haces con una herida? ¿Cuántas veces te he enseñado lo que se ha de hacer con una herida?
- Cubrirla... - respondió Íñigo, y se arrancó el cuchillo del cuerpo y hundió el puño izquierdo en la herida.
Los ojos de Íñigo comenzaron a enfocar un poco mejor, no muy bien, no perfectamente, pero lo preciso como para ver que la espada del conde se le acercaba al corazón; Íñigo no logró hacer mucho con aquel ataque, desviarlo levemente, empujar la punta de la hoja hacia su hombro izquierdo, donde no le produjo un daño insoportable.
El Conde Rugen se quedó un tanto sorprendido de que hubiesen desviado su acero, pero no estaba nada mal aquello de traspasar el hombro de un indefenso. No había prisa cuando se le tenía acorralado.
- ¡Españoles! - volvió a gritarle a MacPherson -. Dame un polaco cuando quieras, al menos los polacos se acuerdan de usar la pared cuando tienen una a mano; sólo a los españoles se les olvida utilizarla...
Lentamente, centímetro a centímetro, Íñigo se valió de la pared para incorporarse; utilizó las piernas para empujar, y dejó que el muro se encargara de proporcionarle todo el apoyo necesario.
El conde Rugen volvió a atacar, pero, por un cierto número de motivos, lo más probable porque no había esperado que su contrincante se moviera, no lo alcanzó en el corazón y tuvo que conformarse con hundir la hoja de su acero en el brazo izquierdo del español.
A Íñigo no le importó. Ni siquiera lo notó. Lo único que le interesaba era su brazo derecho; apretó la empuñadura y notó que conservaba la fuerza en la mano, suficiente como para atacar al enemigo, y el conde Rugen tampoco se había esperado aquello, de modo que lanzó un gritito involuntario y retrocedió un paso para volver a analizar la situación.
La fuerza fluía del corazón de Íñigo hacia su hombro derecho, bajaba por éste hasta los dedos y luego a la gran espada con empuñadura para seis dedos; se apartó de la pared y murmuró:
- Hola...., me llamo.... Íñigo Montoya; tú mataste... a mi padre; disponte a morir.
Se pusieron en guardia.
El conde fue a buscar la muerte rápida, empleando el movimiento inverso de Bonetti.
Inútil.
- Hola..., me llamo Íñigo Montoya; tú mataste a mi padre..., disponte a morir....
Volvieron a ponerse en guardia, y el conde pasó a la defensa Morozzo, porque la sangre seguía manando.
Íñigo se hundió más el puño en la herida.
- Hola, me llamo Íñigo Montoya; tú mataste a mi padre; disponte a morir.
El conde se parapetó detrás de la mesa de billar.
Íñigo resbaló en su propia sangre.
El conde siguió retrocediendo, y esperó y esperó.
- Hola, me llamo Íñigo Montoya; tú mataste a mi padre; disponte a morir.
Se hundió más el puño y no quiso ni pensar en qué era lo que estaba tocando y aguantando en su sitio; por primera vez se sintió capaz de intentar un lance: la enorme espada describió un brillante movimiento...
... en el costado de una de las mejillas del conde Rugen apareció un corte vertical...
... otro brillante movimiento...
... otro corte, paralelo, sangrante...
- Hola, me llamo Íñigo Montoya; tú mataste a mi padre; disponte a morir.
- ¡Deja de repetir eso!
El conde comenzaba a experimentar una cierta merma en el temple.
Íñigo hundió su espada en el hombro izquierdo del conde, tal y como él le había herido el suyo. Luego siguió con el brazo izquierdo del conde, en el mismo sitio donde éste le había penetrado el suyo.
- Hola - pronunció con más fuerza ahora -. ¡Hola! Me llamo Íñigo Montoya. Tú mataste a mi padre. Disponte a morir.
- No...
- Ofréceme dinero...
- Todo - dijo el conde.
- Y poder. Prométeme eso.
- Todo lo que tengo y más. Por favor.
- Ofréceme lo que yo te pida.
- Sí. Sí. Habla
- Quiero que me devuelvas a mi padre, Domingo Montoya, hijo de perra - y la espada con empuñadura para seis dedos volvió a describir un brillante movimiento en el aire.
El conde gritó.
- Fue justo a la izquierda del corazón - volvió a atacar Íñigo.
Otro grito.
- Ésa fue justo debajo del corazón. ¿Adivinas acaso lo que estoy haciendo?
- Arrancarme el corazón.
- Tú me lo arrancaste a mí cuando tenía diez años; ahora quiero el tuyo. Tú y yo somos amantes de la justicia... ¿hay algo más justo que eso?
El conde lanzó un último grito y luego cayó al suelo, fulminado por el terror.
Íñigo lo miró desde su altura. El rostro crispado y frío del conde aparecía petrificado y ceniciento, y la sangre seguía manando de los cortes paralelos. Sus ojos desmesuradamente abiertos aparecían llenos de horror y dolor. Era glorioso. Si a uno le gustan ese tipo de cosas.
A Íñigo le encantaban.
Eran las seis menos diez cuando salió tambaleándose de la sala; no sabía adónde se dirigía ni por cuánto tiempo, pero abrigaba la esperanza de que quienquiera que lo hubiese estado guiando últimamente no lo abandonase en ese momento."
William Golman en "La princesa prometida"
Quiero ser Íñigo Montoya, quiero seguir peleando a pesar de sentirme hundida, quiero tapar mis heridas para que dejen de sangrar, apoyarme en la pared para levantarme y usar mi instinto para seguir luchando por lo que creo.
Quiero ser Íñigo Montoya para vengarme de mi vida y demostrarle que mis ansias de vivir, de sentir, de amar van a conseguir que siga levantándome todas las veces que me caiga. Y que mi venganza, conde Rugen, consistirá en que no me veas hundida de nuevo. Jamás.
Quiero ser Íñigo Montoya, porque con cara de hombre decidido y malo, mi espada al cinto y mi mirada atravesada... ¡ligo más que ahora! seguro.
2 comentarios:
Comentario:
Yo no deseo vengarme de mi vida, Wen. El daño que haya podido sufrir casi seguro que me lo he ido haciendo yo mismo, poco a poco, día a día.
Soy yo el que ha decidido cambiar para seguir viviendo mi vida. Lo que ocurre es que a veces me cuesta mucho hacerlo, porque no soy lo suficientemente sabio.
El rencor y la venganza ya no me producen placer, sólo me dejan un poso amargo que destila mucha tristeza.
Y yo deseo vivir alegre, dulce Maia.
Un besazo para que nos sigas asombrando con tu vida.
dockof 23 Junio, Jueves 17:22 (Correo) (Web)
Comentario:
Hola wen, bonito texto. Intentaré aplicarme el cuento. Metafóricamente, se entiende...
Un beso.
nauj27 23 Junio, Jueves 16:34 (Web)
Comentario:
La princesa prometida... cuantas veces he visto esa pelicula, y aún no he leido el libro!
Gracias por compartir ese fragmento, me encanta.
Y eres más Iñigo de lo que piensas, seguro.
Un beso
Dragoncete 23 Junio, Jueves 13:49 (Web)
Comentario:
Yabu, no soy vengativa, aunque en ocasiones me gustaría serlo. Este párrafo me atrae por el afán de superación, de conseguir lo que quiere, el protagonista. Besos.
Valentina, muchas veces termino por derrumbarme, creo que todavía me queda, pero gracias. Besos.
SegFault, buena elección!! Besos.
Synnove, pues no lo sé, pero por ahí dicen que a las mujeres les gustan malotes (la verdad, es que yo los prefiero inocentes y tímidos... supongo que soy la excepción que confirma la regla). Besos.
leumaS, mi miedo es no saber vencer, aunque en la lucha estoy. Besos.
Rosis, si con romper corazones no tengo problema. Lo malo es que no rompo el que me interesa :P Besos.
Wendeling 22 Junio, Miércoles 19:49 (Web)
Comentario:
Oye Wende creo que tú eres ya una gran luchadora y lo de ligar...
JAJAJAJAJA
Hijamia si eres un encantoo, seguro que vas rompiendo corazones por tos sitios y eres de las que dicen que no se comen na... Como si lo viera.
Besos!
Rosis 22 Junio, Miércoles 18:49 (Web)
Comentario:
Aunque no lo creas ya estás luchndo contra tu vida aunque no te lo parezca. Cada día es una pequeña lucha. Salir vivo es una victoria. En esta lucha vences seguro.
De lo de ligar, puff, eso siempre sale cuando uno no quiere ni desea.
Un besin
chau
leumaS 22 Junio, Miércoles 17:32 (Web)
Comentario:
jejeje, ¿ligarías más siendo un hombre vengativo? si es que en el fondo nos gusta que nos hagan sufrir...
besitos!
Synnove 22 Junio, Miércoles 13:18 (Web)
Comentario:
Nah... esos D'Artagnan, Cyrano y demás todos tenían grandes habilidades y recursos.... yo me pido un Danny e inflarme a faisanes :-)
--
SegFault
SegFault 22 Junio, Miércoles 11:39 (Correo) (Web)
Comentario:
Yo creo que ya lo eres.....
Besitos.
Valentina 22 Junio, Miércoles 11:31 (Web)
Comentario:
La venganza no hace mas que perpetuar la violencia.
Yabu 22 Junio, Miércoles 09:12 (Correo) (Web)
Comentario:
Níniel, gracias. Solo pretendía arrancarme alguna sonrisa, que me estaba poniendo muy seria. Besos.
Zarem, te paso la espada. Besos.
El Castigador, es lo que pretendo. Besos.
Fray Barriga, gracias a ti. Besos.
Monty, tampoco soy vengativa. No me sale. Solo lo tomaba como ejemplo a seguir, pero por levantarse una y otra vez. Besos.
Grial, en esas estoy. Besos.
Gabri, es ironía pura, pero usando extremos que nos hacen sonreir más. A mi me encantan los anacronismos que muestran. Besos.
Anazia, estoy reinventándome. Ya no quiero estar más tiempo muerta. Besos.
Light Artisan, tienes razón, tengo que aprender la técnica del rebote. Besos.
Azul, por descontado, quiero seguir... quiero seguir. Besos.
Wendeling 22 Junio, Miércoles 08:26 (Web)
Comentario:
Sé tú misma siempre Wen...se fuerte, valiosa y decidida y también porque no...temerosa, pero que esos miedos te impulsen te den fuerza y sigas.
Un biko fuerte!biko azul
Azul 22 Junio, Miércoles 06:19 (Web)
Comentario:
.
...y si hay que hacer colecta para una espada de seis dedos, se hace.
¡¡¡Vayan pasando la gorra, señores!!!
PD- Hay un secreto para no caerse... ¡¡¡REBOTAR!!!
.
Light Artisan 22 Junio, Miércoles 04:36 (Correo) (Web)
Comentario:
Lo conseguirás wapa ;) Ya lo verás, lo conseguirás, porque ese impulso es el aliento del vivir.
Anazia 22 Junio, Miércoles 00:50
Comentario:
Y quien te lo impide??Se iñigo montoya leñe!! y si te lo impide le metes con la espada...
No hace mucho vi la peli, no la recordaba tan violenta!!
Besitoooooosssss
Gabri 22 Junio, Miércoles 00:11 (Correo) (Web)
Comentario:
Iñigo Montoya es el reflejo del tesón y la voluntad, llevadas al máximo extremo por el deseo de vengar a un padre.
Sé tu misma...
El libro es precioso ;)
Un beso :)
Grial 21 Junio, Martes 22:59 (Web)
Comentario:
Es que no hay que dejar de pelear porque lo que uno quiere. Yo quizá lo de la venganza no me vería con fuerzas de hacerlo, pero lo de seguir levantándome una y otra vez... siempre. Por muy fuerte que caiga.
Besos
Monty 21 Junio, Martes 22:50 (Web)
Comentario:
Seguro que lo consigues y te vengas de tu pasado.
Besos desde mi convento
Post bessum: ayer llegaste a los 100 comentarios en mi blog. Gracias
Fray Barriga 21 Junio, Martes 22:38 (Correo) (Web)
Comentario:
Pues trata de ser Iñigo Montoya, porq no? Yo creo que puedes hacerlo...
Un besazo
El Castigador 21 Junio, Martes 22:29 (Web)
Comentario:
Me apunto a eso mi niña ;-).Besitos
Zarem 21 Junio, Martes 21:27 (Correo) (Web)
Comentario:
Me gusta la última frase ;) Ánimo, que no hay que ser el sr. Montoya para ligar... sólo hay que ser uno mismo y a quien no le guste, es que no sabe lo que se está perdiendo.
Un besote, wapa
Níniel 21 Junio, Martes 20:51 (Correo) (Web)
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