Y las letras leídas hicieron click

Tenía 6 años cuando por diversas circunstancias, acabé viviendo en casa de mis abuelos paternos. Mi abuelo siempre había deseado tener una hija, y terminó teniendo una nieta a la que mimó todo lo que pudo. Terminé siendo una niña repelente y caprichosa, lo reconozco abiertamente.

Pero por ahí no iba la historia, desvarío.

Tenía 6 años y estaba aprendiendo a leer. En una ocasión pedí ayuda a mi abuela porque me atranqué en determinada palabra, momentos después averigüé que mi abuela no sabía leer. Me dejó tan sorprendida que me costó algo de trabajo aceptarlo. Los mayores eran perfectos, sabían hacer de todo y lo hacían bien. ¿Cómo era que mi abuela no sabía leer?

Durante una noche en la que me costó trabajo dormir, pensé mucho y tomé una decisión.

Al día siguiente, al salir de clase, le propuse a mi abuela mi idea

¿Por qué no aprendíamos a leer juntas?

Mi abuela me miró con cara extrañada, después me comentó que no debía avergonzarme de ella, si esa era la razón de mi petición, que había muchas personas de su edad que nunca habían ido al colegio y no sabían leer. Mi respuesta fue que la había visto muchas veces mirar las revistas que habían en la peluquería, y que sino quería saber lo que decían.

- “De acuerdo. ¿Cuándo empezamos?”

Y durante esos meses, me convertí en la “seño” de mi abuela. Lo mejor de todo, fue ver a mi abuela entusiasmarse por algo, realmente tenía muchas ganas de aprender.

Tiempo después, casi al final de curso, encontré a mi abuela leyendo una novela de Corín Tellado. Lloraba. Después de besarla, le pregunté que le ocurría.

- “Las letras que leo han hecho click”

A sus 62 años había encontrado todo un mundo que descubrir. Creo que en esos meses nos convertimos en lectoras voraces de todo lo que caía en nuestras manos.

Gracias mama María, por hacerme descubrir que la imaginación, unida a la lectura, me haría mucho mejor persona. Te echo de menos.