miércoles, 15 de diciembre de 2004

Era lunes...

Y se llamaba Domingo.

Bueno, realmente no recuerdo si era lunes o no cuando lo conocí, pero siempre me resultó interesante pensar que lo había conocido en cualquier otro dia de la semana, y realmente fue así. Porque lo conocí el primer dia de curso.

7 maravillosos años, acababa de empezar el curso en un modesto colegio público, mixto y laico (los 3 años anteriores me los había tirado viviendo dentro de un convento, literalmente). Mis abuelos convencieron a mis padres que era preferible que viviera con ellos y fuera a un simple, modesto, mixto y laico colegio público. Ya no tendría que aguantar durante una hora una misa en latín intentando no dormirme, quitar y poner las enormes mesas (las pequeñas solo ayudábamos en eso, a las mayores les tocaba también lavar platos). Y sobre todo, no tendría que aguantar los castigos de "Sor Teresa", la monja (me niego a llamarla "madre") que consiguió que odiara el colegio.

Primer dia de clase. Mi abuela me lleva de la mano hasta el enorme colegio. Localiza mi clase y allí me deja.

Un aula llena de niñas y niños y ... "un profe". Yo siempre había tenido a seños y a hermanas o madres.

- Hola Wendeling, como eres la nueva de la clase, preséntate a tus compañeros.

Y allí me tenéis, roja de verguenza, explicando que mis padres estaban en Alemania, con mi hermano pequeño y yo me había quedado interna en un colegio de monjas. Aunque ese año me había ido a vivir con mis abuelos y que era la primera vez que estaba en un colegio con niñas y niños.

- Gracias Wendeling. Escoge banco. Y los demás, sacad todos los colores y una libreta, hoy vamos a hacer un dibujo de lo que hemos echo este verano.

Me detuve a mirar donde podía sentarme... Bufff... todo estaba lleno y solo quedaban un par de sitios, al lado de niños... ¡Vaya! ¿y ahora qué hago?

Me dirigí al mas cercano y cuando dejé mi cartera con las cosas en el pupitre, el niño me miró y me soltó:

- No me gustan las niñas con coletas.

Me sobresalté, recogí mi cartera y me dirígí al otro banco. Allí me encontré con una sonrisa y un buen par de orejas a los lados.

- Vaya nombrecito Wendeling. ¿De donde lo sacó tu mamá?

- Mi otra abuela se llamaba así.

- Yo soy Domingo.

- ¿Cómo el dia?

- Si. Celebro mi santo todas las semanas.

Solté una risita. Era la primera vez que tenía un amigo niño. Y no estaba tan mal.

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